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pequeña relación de Cosmopoética 2014 



Mary Jo Bang, Vlad Pojoga, Luci Romero, Nikola Madzirov y su servilleta en lectura llena de sillas. 

poemas: 

Mary Jo Bang


And as in Alice


Alice cannot be in the poem, she says, because
She's only a metaphor for childhood
And a poem is a metaphor already
So we'd only have a metaphor

Inside a metaphor. Do you see?
They all nod. They see. Except for the girl
With her head in the rabbit hole. From this vantage,
Her bum looks like the flattened backside

Of  a black and white panda. She actually has one
In the crook of  her arm.
Of course it's stuffed and not living.
Who would dare hold a real bear so near the outer ear?

She's wondering what possible harm might come to her
If  she fell all the way down the dark she's looking through.
Would strange creatures sing songs
Where odd syllables came to a sibilant end at the end.

Perhaps the sounds would be a form of  light  hissing.
Like when a walrus blows air
Through two fractured front teeth. Perhaps it would
Take the form of a snake. But if a snake, it would need a tree.

Could she grow one from seed? Could one make a cat?
Make it sit on a branch and fade away again
The moment you told it that the rude noise it was hearing was
         rational thought
With an axe beating on the forest door.





Vlad Pojoga

krokodil I.
all you touch and all you see
is all your life will ever be
krokodil II.
frente a Krokodil levantamos el brazo derecho
o tocamos
el lugar donde solía estar nuestro corazón
krokodil III.
welcome, my son, welcome to the machine
nuestras cabezas como encendedores balanceándose con una canción lenta
no se nos permite mirar hacia arriba
estamos golpeando
una pared
nunca conseguiremos a hacerla caer
después krokodil se desliza por nuestra médula ósea
espía de la Stasi
que vende nuestra la ropa nuestros amigos nuestros recuerdos
todos esos momentos distantes aún nos hacen pensar
en nuestro hogar
todos esos momentos en los que
when seven kids we almost died
un anciano en bermudas nos dirige a una plataforma de piedra caliza
nuestra ropa impecablemente planchada
la codeína y los cuentos de hadas
en los que huimos de krokodil y
nunca nos pilla
un distrito lleno de nuestra carne fundida
una playa de hachas motosierras katanas
ballenas suicidas
kroko nos roe por dentro
kroko nos roe por dentro
***
Vlad Pojoga (Sibiu, Rumanía, 1993) con tan sólo veinte años, es poeta, editor y traductor. Ha trabajado en revistas como Poesis International y Zona nouă, ha realizado recitales en varias ciudades y festivales de Rumanía, ha colaborado con sus poemas en proyectos como 89plus Clubhouse y ha traducido obra de Chuck Palahniuk, Sylvia Plath, W.D. Snodgrass, Frank O’Hara y Sherman Aleixe. Actualmente ultima un poemario titulado Krokodil, al que pertenecen los anteriores textos.
Traducción rumano-inglés, por el propio autor.
Traducción inglés-español, por Luna Miguel.


NUNCA INVOQUES AL INVIERNO

"si dolió tanto, ¿cómo podría doler más?"
María Negroni

Si ha dolido, podrá volver a doler tanto como el cuerpo
desee. Un ave, un plumaje grisáceo como el filtro
que la tormenta despliega sobre el campo.

¿Por qué despierto si el tacto del invierno no es rugoso?

En cada tentación de recompensa, el pacto siempre
aparece como el culmen de la vida.
No soy quien pretende abarcar todo el dolor.

El ave, resiste si es necesario llenar cada boca
con el origen de esta tormenta. Sigue durmiendo.
El cuerpo, aún no ha dejado que la frontera se cierre.

Dime,
el sufrimiento, ¿cuantas luces en retirada invierte?.


Hogar
Vivía al final de la ciudad,igual que una farola a la que nadiecambia ya la bombilla.La telaraña mantenía juntas las paredes,el sudor, estrechadas nuestras manos.Escondía mi oso de pelucheen los huecos de las piedras torpemente apiladas: así lo protegía de los sueños.Día y noche daba vida al umbral regresando como una abeja quesiempre vuelve a la flor anterior.Era un tiempo de paz cuando dejé mi casa:la manzana mordida no se había oxidado,en el sobre venía el sello de una vieja casa abandonada.Desde que nací me desplazo a lugares silenciososy hay vacíos que se pegan a mis huellascomo en la nieve que no sabe si pertenecea la tierra o al aire.



Natalia Litvinova y Sara R. Gallardo 



Natalia Litvinova


La última cintura

Después de años de planos trazados a la perfección,
mi madre terminó remendando ropa ajena.
Un día apareció Juan y su leucemia.
Trajo pantalones para achicar. Había adelgazado.
Cada vez que venía, yo me tapaba la boca.
Quería arrojarme encima de su cuerpo.
Cinco pantalones reducidos para las cinco versiones
de la cintura de Juan. Eras blanco cal,
la luz desperdiciada en la dimensión de tus ojos.
Pero tus labios rojos, como si toda tu sangre se congregara allí.
La última vez que te vi fue cuando trajiste el sexto pantalón
y yo lo destrocé sollozando hasta quedarme dormida.
A la mañana siguiente encontré a mi madre
con los ojos cristalizados. Detrás de la máquina de coser.
Iluminada por los débiles rayos del sol.
Al lado de toda esa ropa arrugada, indecente, sin dueño.


(de “Todo ajeno”, editorial Vaso roto, 2013)




TAMPOCO YO
Los periódicos locales
no publican noticias
que hablen de suicidios.
Voy aprendiendo el oficio.
Aprendo a callar.
Qué huérfanos
se quedan los muertos
arrojándose
desde los puentes de Norma Jeane
desde ese puente herrumbroso
que huele a azufre.
Ese puente feo.
Tú tambaleante,
un bebé en tu vientre:
simbólicamente yo.
Los periódicos
nada dijeron
cuando quisiste morir, madre.
Tampoco yo.


Elena Medel.  un agradecimiento por tremenda labor.



Mary Jo Bang y  




Natalia y Vlad Pojoga
su servilleta y 

Teresa

Aitor Franco y el Cabe
HEMAN y los reyes católicos.

el paisano.



Isabel y Carmen
 Sara Gallardo, Sergio C. Fanjul y Rubén Tejerina




Sergio C. Fanjul

Poética

No uso. El médico me la prohibió.



Rubén Tejerina


FOTOGRAMA DONDE NO ESTOY

Pensaba no sé por qué,
que volver era otra cosa.

Quedarse en un lugar
es marcharse de todos los demás.



(de Sed de Sal)


Mercromina
los paisas
Bruno brazo y José Luís Piquero


José Luís Piquero

Oración de Caín

Gracias, odio; gracias, resentimiento;
gracias, envidia:
os debo cuanto soy.
Lo peor de nosotros mantiene el mundo en marcha
y la ira es un don: estamos vivos.
De quien demonios sean las sonrisas,
derrochadas igual que mercancía barata,
yo nunca me he ocupado.
Gracias por no dejarme ser inconstante y dulce
mientras levanta el mundo su obra minuciosa de dolor
y nos hacemos daño unos a otros
amándonos a ciegas,
con torpes manotazos.
Yo soy esa pregunta del insomnio
y su horrible respuesta.
Bésanos en la boca, muchedumbre, y esfúmate,
que estamos siempre solos y no somos felices.
Gracias, angustia; gracias, amargura,
por la memoria y la razón de ser:
no quiero que me quieran al precio de mi vida.
Gracias, señor, por mostrarme el camino.
Gracias, Padre,
por dejar a tu hijo ser Caín.

la mesa


Carmen Juan y Karmelo C.  Iribarren


Carmen Juan

“A la tierra tierra

dice que no sabe
Alejandra Pizarnik

Yo no nos pretendía así, Alejandra,
perdidas como vos

en la noche en la concha en la palabra.

Yo no pretendía

el dolor el miedo

pero sobre todo

yo no pretendía

el amor, bien lo sabes.
No quería
tu genio, no quería

este quemar en el pecho.

Yo no pretendía

escribir pero escribo sobre

los que escriben sobre

la Muerte. La Muerte que

tontea con los hombres-poetas
porque le cantan bellos versos

al oído. Les dice —a ellos— que son
siempre el mejor jugando al juego
de letras encadenadas. Que

les ensalzará, que bordará

en la historia sus nombres. Que
les convertirá en eternos.

A casi todos les miente.
A ellas no, a ellas no puede. Ellas,

las mujeres-poetas que escriben sobre

la Muerte, son menos porque

a las mujeres que escriben sobre

la Muerte siempre las encierran.

A ellas les dicen
que las sanarán, les dicen

que la tristeza se cura, les dicen

que el quemar en el pecho

que las clavículas rotas
que los pedazos de invierno
no son más que un error en la
dosis de los fármacos. A ellas,

las mujeres que escriben sobre

la Muerte, siempre las entierran. A ellas no.

A ellos les besa en los dedos, les promete
que todo papel impreso

llevará sus nombres.

A ellas las besa en la boca, las arrastra.
A ellas les dicen

locas y entonces

la Muerte se ríe un poco, pero
sus textos sí los guarda de veras porque
también la Muerte ha sido

una mujer

escribiendo
sobre la Muerte.


Ahora preferiría echar

a la tierra tierra

a la tierra cuerpo

a la tierra manos de poeta.

Alguien

debió explicarme

que el amor es miedo es muerte
que el amor es muerte es miedo.

Yo no nos pretendía así, Alejandra.

Yo no quería querer yo no quería locura yo no
quería

escribir escribir escribir
sobre la Muerte.”

— "Amar la herida", Carmen Juan Romero.



Karmelo C.  Iribarren 

LOS SUEÑOS


Lo fueron todo

y ya los ves

ahora,



abatidos por los días

iguales,



como pasquines en los charcos.



Vivir

se reduce

a esquivarlos.

                                                         De La frontera y otros poemas (Renacimiento, 2005)


los paisas #2


David Mesa

4.

Fragmento del diario de Luis

Cuando muera quiero que me digan: Ese hombre murió siendo un planeta. Un planeta bellísimo girando sobre un desierto de banderas rotas. Quiero que me lo digan los ángeles de los que tanto hablo. Las hienas mordiendo mis huesos y las rosas por la noche. También la luna que se ha enamorado de mi frente. Quiero escuchar a mis hermanas, barro de mi barro ensangrentado. Ese hombre, tirado por caballos griegos por las plazas. El mar, el mar entero, tierno y moribundo. Que lo diga, que no se muerda sus dientes de agua. También las nubes, también los montes. Y que se eche en llamas el desierto. Y que las banderas al romperse me digan un poema. Que las adivinas lean el destino de los niños con mis huesos. Un planeta, no una estrella titilante. Titubeante ante los despilfarros del destino. Triunfante corona del cielo con órbita y amaneceres propios. Quiero que la tierra fresca sea mi más linda guirnalda. Ahí, ahí, entre las tumbas, todo yo condecorado por su llanto. Mi busto en piedra serían los cráneos de los buitres. Oh daga de carne que es mi mano. Oh cerrojo de plata en mi frente de niño. Los grillos serán mi ópera selecta. Árboles crecerán muy cerca, como dedos que yo saco de la muerte. Toda mi vida, toda mi ternura, toda mi entera sonrisa como herencia. Un poema, o dos, como cartas, o dados tirados por los dioses. Lamentos propios de un cuerpo celeste. Mi arrastre de planeta viejo, mi rotación de nubes como dardos. Oh carroza de carne, fue mi cuerpo. Mis pestañas, pequeña noche, serán mi tumba. Mi canto de niño, ante los astros, mi epitafio.      



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